De Amsterdam, como ya os contaba el otro día, me he enamorado hasta las trancas, es la típica ciudad en la que pasaría una época de mi vida, quien sabe, a lo mejor algún día lo cumplo. He sacado de ella miles de cosas que puede que os cuente, de momento la he abandonado hoy con gran tristeza, pero dejando en paz de una vez a Manolo el pobre, que ha sido el perfecto anfitrión haciéndonos sentir en su casa como en nuestra propia casa, se merece tres urras bien grandes.
Pero la vida sigue y de repente me encuentro ya en Milán, dispuesto a reencontrarme con Cristiana después de un millón de años, ya os contaré mis impresiones, de momento puedo decir que para no andar mas dando el coñazo por casas ajenas he decidido venir a un hotel y resulta que con mi (otra vez) consabida suerte me he encontrado en otro hotel con mas estrellas y, por lo tanto, mucho mejor por no se que historias de problemas en el primero, eso si, por el mismo precio.
Besos suertudomilaneses.