El viernes según salí del teatro cene (un kebbac buenísimo por cierto, al lado del teatro en la calle tres cruces) y tuvimos una larga deliberación, la cuestión: estaba yo preparado para ir a un bar a tomar algo, no había mejor respuesta que la prueba, ir a ver que pasaba, y mi lugar para él regreso triunfal no pudo se otro que el Tabata, a ver como estaban mis mariquitas feos. La entrada no pudo ser mas gloriosa, unos horrorosos minutos en la puerta bajo la lluvia fueron el preámbulo de un no parar de preguntas de todo el mundo queriendo saber donde nos habíamos metido todo este tiempo, con la lógica sorpresa y preocupación de todos al enterarse del porque de tal obligada ausencia. Pero eso me hizo ver que no soy tan invisible como yo creía en Madrid, que por lo menos la gente del Tabata se preocupa por mi y eso es de agradecer, mucho además.
El sábado fui recogido por Nachito en la puerta de la casa de Elena y nos trajo a Toledo donde toda la tarde la dedicamos a hacer nada, plan muy interesante a veces, así estuvimos descansaditos para la tarde del domingo que la pasamos en la casa de Miguel, con todos los de siempre: Diego, Lola, Pepa, Luisa, Antonio, Sergio, Sole etc… una de esas tardes otoñales que nos gustan tanto en Villamiguel donde nos entregamos a los placeres del baile, la charla, la buena compañía y el eje central de todo esto: la comida, un atracón durante toda la tarde cómo preámbulo de la que sería al bautizada por Diego cena de posguerra en la que no faltaron por supuesto las gambas y mucho pan para mojar en el aceite ecológico, eso de primero, que de segundo, la experta Luisa nos preparó un risoto que bien valió la horrorosa noche que he pasado por culpa de los gases, pero que rico estaba dios. Espero que durante este invierno se repitan muchas como esta.
Otra cosita, habréis visto a la derecha de estas palabras que he publicado una encuesta, me gustaría que me dierais vuestra opinion.
Un beso de lunes.