Nos dieron las 11 de la noche allí metidos y tras una ducha (porque pese a todo sigo siendo pulcro) rápida, recogí a Carol en Nambroca (estado de la mente) para tirar hacia Madrid a gozar de su noche en blanco y aprovechar aquello de que está todo el mundo por las calles para meternos en los bares a medio aforo, ¡por fin estuve en el 51!, ya que Raúl no me quiere llevar (es una coña que me traigo con él desde hace semanas) lo hizo mi querida alicantina. No esta nada mal el local, con música de esa antigüita que tanto me gusta a mi, pero vamos, los chicos no eran tan guapos como prometían. De ahí enfilamos al Polana, lugar obligado siempre que visito la capital con Carolina en donde, cómo siempre (no solo allí, sino en todos los lugares a los que voy), no me comí una rosca, encima como estoy rarito, lo mismo un día me lío la manta a la cabeza y os cuento el porque pese a no gustarme hablar de ciertos temas en este blog, pues eso, que como estoy rarito ese tipo de situaciones no me ayudan mucho, pero de todos modos lo pasé genial bailoteando hasta el amanecer con todos los mozos allí reunidos.
De las siguientes horas no se si estoy autorizado a contarlas así que me desplazaré directamente al domingo al medio día donde nos reunimos con Diego y gran parte de la pandi para celebrar su final de vuelta en la zona VIP de la meta justo al ladito de la cibeles, si, tenéis razón pensándolo, nos lo motamos de puta madre, que le vamos a hacer. Una pasada viendo como llegaban los ciclistas y como los premiaban. Como broche de oro nos tuvimos que ir a comer gambas por un tubo y de ahí y sin esperar ni tan siquiera a los postres Carol y yo nos volvimos a casita porque estábamos hechos polvo y porque yo quería ver la final del Eurobasket (en diferido pero igual de emocionante si no te enteras del resultado) en casita.
Y hasta aquí otro de los interminables relatos del tío piruli en los que os cuenta su vida.
Besos findesemanerosacabadoshechospolvo.